No importa la preparación que reciban y la ayuda tecnológica que puedan tener. Ellos, como siempre, están en la mente de cualquier amante de este deporte. Los árbitros, son por ahora los grandes protagonistas del certamen, ya que cometieron errores en tres de los cuatro partidos que se disputaron en Brasil 2014.
El japonés Yuichi Nishimura le regaló un penal a Brasil frente a Croacia. El colombiano Wilmar Roldán le anuló mal dos goles a México a instancia de su asistente lo que lo salva un poco del papelón. Y la obra de terror se terminó de escribir con el penal que el italiano Nicola Rizzoli le regaló a España contra Holanda. Demasiados errores. Son humanos, se pueden equivocar, pero no tanto y tan mal. En este tipo de nivel es imperdonable.
Sus errores, sin lugar a dudas, molestan, pero no tanto como esos oportunistas que en plena fiebre mundialista se convierten en Horacio Elizondo, el juez argentino que dirigió la final de Alemania 2006. Son tan groseras las fallas, que hasta el más inexperto se viste de negro.
El juez de un encuentro tiene menos que un abrir y un cerrar los ojos para tomar una decisión. Usted, querido opinólogo que argumenta a los gritos, cuenta con la repetición de por lo menos seis cámaras, los telebeam que muestra la televisión y las imágenes congeladas que se difunden rápidamente por las redes sociales. En otras palabras, con el diario del lunes bajo el brazo, es muy sencillo dar un veredicto.
Tampoco se agrande porque los árbitros están cumpliendo con un flojo papel. Que hayan ganado tanto protagonismo en dos días de competencia no es bueno. La FIFA, como siempre lo hace, tomará cartas en el asunto y todo cambiará con un par de instrucciones puertas adentro para que nadie vuelva a hablar de ellos.